Que en esta nueva etapa que comienza podamos formar parte de la sinfonía que es la vida, sin ser la nota disonante que afea y rompe la armonía del conjunto.
Porque formamos parte de un Todo intrincado de energías, donde cada uno de nosotros tiene un papel, grande o pequeño, pero de todas formas muy importante. Sin él, de alguna forma, el equilibrio está roto.
Una orquesta es un ejemplo muy preciso de lo que es vivir con responsabilidad. Cada instrumento es tocado por una persona diferente, con sus características personales, con acordes que, aislados, quizá ni siquiera fuesen bonitos, pero que, oídos en conjunto, nos deslumbran.
Cada músico estudia para tocar de la forma más perfecta posible y, aun teniendo en aquel momento sus problemas personales, actúa con responsabilidad, madurez y procura olvidar los para desempeñar su papel, que sabe indispensable para la belleza de aquella partitura.
El maestro tiene papel fundamental en el desempeño de los músicos, pues coordina a todos. Ha de conocer bien la música, los sonidos de cada instrumento y estar en condiciones de armonizar y organizar todo el grupo.
Habiendo sido elegidos, por el motivo que fuese, para encarnarnos en este momento planetario, que tengamos conciencia de nuestra responsabilidad como colaboradores imprescindibles en la Sinfonía de la Vida.
Vamos a intentar dar lo mejor de nosotros, en la creencia de que influimos sobre el Todo siempre que nos mantenemos centrados en el Amor que nos creó y que habita en nosotros y que hacemos todo impulsados por esta fuerza.
¡Cada persona ha de hacer lo mejor que pueda y necesitamos de todos!
Aunque a nuestros ojos nuestra contribución sea pequeña, ciertamente sin ella la Sinfonía sonaría disonante… Tenemos que ajustar el tono, elegir lo que queremos hacer y realizarlo de la mejor forma posible.
Cuando los varios instrumentos son testados por los músicos, antes del espectáculo, el sonido es ruidoso, extraño. Pero cuando llega el momento de comenzar el concierto, todo se encaja, no existe aquel que se destaca, pues todos necesitan de todos e incluso el maestro no es nada sin los músicos.
Que este ciclo sea de la armonía, del encuentro con la verdad interior de cada uno, con la responsabilidad, para que el amor reine, y el miedo, avergonzado, se aleje poco a poco de este planeta.
Es tan bueno hablar de amor, amar, ser gentil, decir la añoranza que sentimos por alguien, la falta que nos hace… Por qué ocultar lo que sentimos, si amar es tan bueno…
Tenemos mucho que hacer en este recomenzar de vida. Jubilemos la mentira, el ego, el desamor, la irresponsabilidad, la falta de comprometimiento, la falta de solidariedad el no ser verdadero. No cumplir tu papel dentro de esta orquesta, es la responsable de haber creado esta sociedad desigual e injusta que nos masacra, donde el individualismo es rey y señor, asfixiando el amor, la verdad, la solidaridad, en nombre de una ilusión que nada bueno da a cambio.
Esta etapa ha de ser diferente, si nosotros cambiamos. Si tocamos el instrumento que nos ha correspondido, y que en un cierto instante nos comprometemos ha hacerlo, con alma, con amor. Si seguimos lo que el Maestro Jesús nos enseñó y si escuchamos nuestra conciencia, olvidando los llamamientos mentirosos de un vivir hasta hoy y que ya está anunciando que se va a desmoronar.
Porque formamos parte de un Todo intrincado de energías, donde cada uno de nosotros tiene un papel, grande o pequeño, pero de todas formas muy importante. Sin él, de alguna forma, el equilibrio está roto.
Una orquesta es un ejemplo muy preciso de lo que es vivir con responsabilidad. Cada instrumento es tocado por una persona diferente, con sus características personales, con acordes que, aislados, quizá ni siquiera fuesen bonitos, pero que, oídos en conjunto, nos deslumbran.
Cada músico estudia para tocar de la forma más perfecta posible y, aun teniendo en aquel momento sus problemas personales, actúa con responsabilidad, madurez y procura olvidar los para desempeñar su papel, que sabe indispensable para la belleza de aquella partitura.
El maestro tiene papel fundamental en el desempeño de los músicos, pues coordina a todos. Ha de conocer bien la música, los sonidos de cada instrumento y estar en condiciones de armonizar y organizar todo el grupo.
Habiendo sido elegidos, por el motivo que fuese, para encarnarnos en este momento planetario, que tengamos conciencia de nuestra responsabilidad como colaboradores imprescindibles en la Sinfonía de la Vida.
Vamos a intentar dar lo mejor de nosotros, en la creencia de que influimos sobre el Todo siempre que nos mantenemos centrados en el Amor que nos creó y que habita en nosotros y que hacemos todo impulsados por esta fuerza.
¡Cada persona ha de hacer lo mejor que pueda y necesitamos de todos!
Aunque a nuestros ojos nuestra contribución sea pequeña, ciertamente sin ella la Sinfonía sonaría disonante… Tenemos que ajustar el tono, elegir lo que queremos hacer y realizarlo de la mejor forma posible.
Cuando los varios instrumentos son testados por los músicos, antes del espectáculo, el sonido es ruidoso, extraño. Pero cuando llega el momento de comenzar el concierto, todo se encaja, no existe aquel que se destaca, pues todos necesitan de todos e incluso el maestro no es nada sin los músicos.
Que este ciclo sea de la armonía, del encuentro con la verdad interior de cada uno, con la responsabilidad, para que el amor reine, y el miedo, avergonzado, se aleje poco a poco de este planeta.
Es tan bueno hablar de amor, amar, ser gentil, decir la añoranza que sentimos por alguien, la falta que nos hace… Por qué ocultar lo que sentimos, si amar es tan bueno…
Tenemos mucho que hacer en este recomenzar de vida. Jubilemos la mentira, el ego, el desamor, la irresponsabilidad, la falta de comprometimiento, la falta de solidariedad el no ser verdadero. No cumplir tu papel dentro de esta orquesta, es la responsable de haber creado esta sociedad desigual e injusta que nos masacra, donde el individualismo es rey y señor, asfixiando el amor, la verdad, la solidaridad, en nombre de una ilusión que nada bueno da a cambio.
Esta etapa ha de ser diferente, si nosotros cambiamos. Si tocamos el instrumento que nos ha correspondido, y que en un cierto instante nos comprometemos ha hacerlo, con alma, con amor. Si seguimos lo que el Maestro Jesús nos enseñó y si escuchamos nuestra conciencia, olvidando los llamamientos mentirosos de un vivir hasta hoy y que ya está anunciando que se va a desmoronar.
Recordemos que cada mentira, cada promesa, cada dolor provocado, y cada gesto irresponsable, no se diluye con el tiempo ni con la muerte, se queda marcado en el espíritu como un tatuaje eterno. Es aquí en este plano que debemos tocar nuestros instrumentos en conjunto, para solo asi formar la mas bella sinfonía
¡Saludos a una nueva etapa de vida más verdadera! ¡Aspiremos a una sociedad más solidaria, más humana!
¡Que la Sinfonía de esta nueva etapa sea bellísima! Dependerá de cada uno y de nuestra capacidad de tocar en conjunto .
Heldras
Canalizado por Carmen dia 28/02/2013