domingo, 24 de febrero de 2013

MI SUFRIMIENTO, MI DECISIÓN

El sufrimiento nace en nosotros, es creado por nosotros. Y así como podemos crearlo, podemos dejarlo ir.
De hecho, cada vez que hemos dejado de sufrir, fue porque así lo decidimos, aun sin darnos cuenta.
El origen del sufrimiento no es otro que la resistencia. Lo creamos en nosotros cuando nos resistimos, cuando no queremos aceptar algo. Sufrir es decir todo el tiempo: No, esto no debe ser así. Es desatar una pelea interna de energías que se contraponen.
El no aceptar algo tal como es, no lo cambia en absoluto. Sigue ahí. Y resistirlo es mantenerlo en nuestra mente constantemente, pero estancado, sin posibilidad de evolución, de crecimiento.
Resistir es decidir no integrarnos. Es permanecer en estado de tensión, ya que no podemos dejar de sostener ese muro que levantamos entre la realidad y nosotros. Bloqueamos el flujo de la energía, nuestra energía. Y malgastamos nuestros recursos en el sustento de algo que solo nos daña, nos cierra e impide que abramos nuestro corazón.
El sufrimiento nace, crece, se sostiene y muere por propia decisión. Nadie ni nada externo puede provocarlo. Solo nosotros. De la misma manera, nadie nos puede librar de él. Por eso no tiene límites, puede instalarse para siempre o desparecer en un instante.
“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional” Buda
En cambio, cuando aceptamos, integramos.
La energía fluye. La situación que nos hacía sufrir, ahora forma parte de nosotros, igual que todo el universo.
Cuando aceptamos algo que nos es adverso, experimentamos dolor. Pero el dolor se sana. El dolor fluye, a veces nos despierta y nos enseña.
 
Si aprendemos a aceptar el dolor cuando aparece y a sentirlo en cada célula, si permitimos que nos invada y nos dejamos atravesar por él, abrazándolo, comprendiéndolo, viéndolo como un proceso que necesitamos transitar; entonces sana, porque si está integrado a nosotros, evoluciona, no hay forma de que no lo haga. Y nosotros nos transformamos y experimentamos una liberación.
Cuando aceptamos una realidad tal como es, estamos diciendo: Acepto, me acepto. Acepto que una parte de mi realidad no me gusta y me causa dolor, pero acepto este dolor como parte de mi proceso. Entonces, el corazón se abre a esta realidad y puede sentir, sin tensiones. El corazón puede “salir a respirar”.
Y aunque estemos heridos, podemos al mismo tiempo experimentar todo las maravillas que aún están para nosotros… y que siempre estarán. El cielo lleno de estrellas, la música, el arte y nuestra vida que no deja de vibrar, cada segundo…
Y después… el dolor sana.
Y al sanar, nos hace comprender, crecer. Nos hace cada vez más libres, cada vez más LUZ.
 
Paula Di Croce  

No hay comentarios:

Publicar un comentario